Azote en situaciones de riesgo

En España no hay suficiente concienciación sobre el castigo físico a los niños a pesar de que está prohibido por ley desde 2007.

Esto es evidente, como puede observarse en múltiples situaciones, algunos padres siguen considerando adecuado actuar así cuando los niños se portan mal, situaciones que son apreciables en los parques, en los vecinos, etc. Ya se trate de un azote, un tirón de orejas o un golpe en la mano para regañar a los menores mientras se exclama “¡Eso no se toca!” “¡No hagas eso, suéltalo!”. Es un hábito común desde siempre, aunque cada vez más discutido entre profesionales de la educación y padres.

El gran y polémico debate detrás de esta situación está dividido entre los padres a favor, que confirman que funcionó el “método” con sus hijos, e hijos que admiten que les ayudó, y los padres e hijos que no apoyan esta medida en absoluto.

Existen varios factores que aumentan la probabilidad de que persistan estos casos: ubicación geográfica, ingresos familiares, o incluso raza y religión. “Un azote a tiempo es bueno”, un pensamiento tradicional que sigue arraigado en la cultura, ya sea por grupo étnico o renta familiar. Científicamente se está demostrando que no es así, y se ofrecen soluciones de crianza natural para solucionar los problemas familiares y educar de forma apropiada.

Numerosos estudios vienen denunciando desde hace décadas los azotes como ineficaces e incluso peligrosos. Este tipo de educación aplicada por los padres, según una investigación publicada en el Journal of Family Psychology, puede provocar en la personalidad de los niños comportamientos violentos en un futuro, llevarles a desarrollar conductas antisociales y a sufrir problemas psicológicos. Pero estas investigaciones tienen una delgada línea de evidencia, ya que no han demostrado que sea específicamente un azote la razón de su comportamiento inapropiado en el futuro. Dichos estudios están basados en informes más focalizados sobre la violencia, abuso físico y una desmoralización continua del menor.

Elisabeth Gershoff, investigadora principal de esta publicación, añade un dato fundamental: “El 99% de los resultados asociaba los azotes con un resultado perjudicial para el pequeño”. Entre los principales daños a largo plazo destaca la baja autoestima, una personalidad retraída, posibles problemas psicológicos y aumento de la probabilidad de padecer maltrato físico por parte de sus progenitores.

Dentro de los educadores que defienden el castigo físico como eficaz, proclaman que se deben utilizar los azotes solo en el caso de que sea necesario, es decir, no amenazando con anterioridad al niño de que se le va a azotar por una mala conducta. Este modo de actuar puede provenir de experiencias de la infancia, “lo tomas como modelo de conducta, como forma válida y aceptable de educar a tus hijos” explica Manuel Gámez, profesor de Psicología, en una entrevista en el periódico El País.

Azote en situaciones de riesgo

Los pequeños pueden dar lugar a que un padre o madre pierda los nervios, poniendo al infante en situaciones de riesgo. ¿Es necesario el castigo físico, incluso en casos tan extremos como los que generan riesgo, para que el niño aprenda?, quizás en situaciones que comprometan la seguridad del menor, la mayoría de padres se pone de acuerdo en que una “nalgada” seguida de un “No” es más eficaz que cualquier otro tipo de lección o castigo. Sin embargo, hay expertos detractores de esa teoría que afirman, que a pesar de tener que actuar con rapidez, el hijo puede entender o no la conexión y las consecuencias de su acción, de repetir el acto de tocar el horno muy caliente o cruzar la calle sin mirar. Según los estudios citados, puede desencadenar que el pequeño vuelva a repetir este episodio a escondidas del adulto, y además le despierte un mayor interés.

Concienciar a todos los padres con estadísticas sobre las consecuencias del castigo físico no es suficiente; la eficacia del “azote a tiempo” es comprensible para cada padre de forma muy diferente, dependiendo siempre de la situación a la que se enfrenta.

La Asociación Americana de Pediatría sugiere a los padres una serie de medidas para actuar en cualquier circunstancia y ninguna incluye la violencia por parte parental, ya que apoya los estudios que prueban que el no-azote presenta más ventajas que el castigo físico:

  • Empatizar con su hijo. Puede que actúe así porque no diferencie entre el mal y el bien y sus capacidades en ese momento le limitan la evaluación situacional.
  • Calmarse y reflexionar sobre lo que va a hacer. Despejar la mente y sacar cualquier pensamiento negativo, e imponer una regla consecuente.
  • No ser flexible ante los caprichos y las rabietas.
  • La rutina ayuda al entendimiento del menor, es decir, coger hábitos o unas tareas rutinarias con las que se sienta identificado cada vez que surja el problema.
  • Aprender de sus errores. Aunque el problema se le vaya de las manos y pierda el control, reconózcalo y mejore para la próxima vez
  • Pedir perdón cuando se equivoque. Tanto el padre como el niño deben disculparse si se ha actuado mal.

Estas situaciones de conflicto son controlables si se siguen una serie de pasos como los que se han citado. Las campañas de concienciación contra el castigo físico a los niños se vuelven virales, realzando la idea de que el maltrato y la agresión tan solo generan secuelas psicológicas en el menor.

Referencias:

García C. (2016). Un cachete a tiempo…tiene los efectos opuestos a los que buscas. El País
Jan C. (2016). A veces caigo en el lado oscuro. Cecilia Jan. El País.
Jan C. (2016). Educar sin pegar. El País

 

Sara Ros perioditaAutora

Sara Pedro Ros

Periodista / Redactora

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